CICLO 1: TERCERA ENTREGA INTRODUCCIÓN A LA TEOLOGÍA
INTRODUCCION: En esta guía se van a analizar tres formas o
interpretaciones diferentes de la doctrina de la carnalidad, o la resurrección
de la carne, o el Dios encarnado, cada posicionamiento al respecto se expresa
como más le convenga para su planteamiento interpretativo. Como ha de
esperarse, la doctrina de la carne que defiende Ireneo es prácticamente
literal, y sintetiza diciendo que la carne resucita porque Dios todo lo puede,
porque en Dios no hay imposibles. Por su parte Rahner, es menos dogmático al
menos en palabras, y aunque utiliza la figura, la imagen y la representación
para resucitar la carne al final termina afirmando casi lo mismo que Ireneo.
Pimentel por su parte es el menos ideológico y ubica la resurrección en la
vivencia histórica de los seres humanos, en su forma de ser y de sentir la
realidad vivida y de transformarla de acuerdo a esa relación consigo mismo y
con los demás.
SAN IRENEO: ADVERSUS HAERESES, LIBRO V
El docetismo a través de su doctrina de la apariencia niega
la realidad carnal de Cristo, el cuerpo de Cristo corresponde a una figura
fantasmal y por lo tanto no pudo haber resucitado ya que el que estaba en la
cruz no era una figura de carne y hueso y por lo tanto todo lo que cuentan los
evangelios de Jesucristo como verdadero hombre es falso ya que su presencia en
este mundo era pura ilusión. La concepción humana de Cristo que enseña la
Iglesia, sobre su vida y su muerte y su resurrección corresponden a una fábula
que se ha basado en la ilusión que a todas luces es inadmisible. Por lo tanto,
no puede haber una unión de la naturaleza divina con la naturaleza de Cristo,
tampoco es concebible la encarnación o la redención.
En el docetismo la permanecía de Cristo era pasajera, el
nacimiento, la vida y la muerte de Cristo fue pura apariencia, aunque Cristo
tenía un cuerpo visible y era capaz de sufrir no era un cuerpo material y por
último el que murió en la cruz no fue Jesús sino un “doble” que lo sustituyo.
Esta posición doctrinal del docetismo se convirtió en su
momento en un obstáculo para el desarrollo de la doctrina cristiana en ese
inicial proceso de formación e institución religiosa, pues era una amenaza en
contra de los dogmas fundamentales sobre Jesús y la salvación.
La disputa de San Ireneo contra éstos fue precisamente para
minar estas posiciones y salvar los dogmas del cristianismo sobre la venida de
Cristo, su unión de naturaleza divina con la naturaleza humana, la vida, la
muerte y la pasión y en especial la doctrina de la resurrección.
San Ireneo refuta la idea de la apariencia o idea doceta
con su particular doctrina de la resurrección, y en esta contienda donde Ireneo
arremete en contra de esa idea de que la presencia de Cristo fue pura ilusión y
que no tenía una realidad humana ni mucho menos que se diera la resurrección en
un cuerpo de carne y sangre y para ello se escuda en los escritos del Nuevo
Testamento, especialmente con las cartas de Pablo y Juan. Pero lo que más
énfasis hace Ireneo es en la defensa de la salvación de la carne, y se apoya
utilizando una serie de argumentos que suceden en los organismos vegetales,
pretende que la naturaleza animal de la carne tiene un proceso de
descomposición similar al de los cuerpos u organismos vegetales, compara la
naturaleza humana tal si fuera una naturaleza vegetativa, pretendiendo que de
la misma manera que un organismo vegetal se descompone antes de germinar
igualmente la carne se descompone para que luego adquiera y continua una vez
más la vida con un cuerpo restaurado.
San Ireneo no está hablando metafóricamente o
esotéricamente, ni está aliado a ninguna doctrina ocultista, Ireneo está
hablando literalmente de la resurrección de la carne, y no deja ningún margen
para que sus palabras puedan ser interpretadas dentro de una filosofía,
soteriología o creencia religiosa donde se puedan ubicar estos conceptos tan
irracionales, y con mucha más razón cuando traslada estos conceptos a la
eucaristía, donde Cristo continua encarnado y por ende “vosotros” podéis seguir
en el camino de la salvación. Para Ireneo en la encarnación de la eucaristía
resucita la carne, porque el Padre así los dispuso para salvar al hombre que
había sucumbido ante la muerte en el paraíso de Adán. Y dice que, así como por
el viejo nacimiento (refiriéndose a Adán) el hombre heredo la muerte, por el
nuevo nacimiento (refiriéndose a la encarnación del verbo) heredamos la vida. (1)
Ireneo trata de locos a los docetas, porque según, Cristo
no pudo ser en ningún momento mera apariencia
porque sin ser hombre pareciera como hombre no podría ser entonces espíritu
de Dios, pues los espíritus son invisibles y tampoco podría haber alguna verdad
en un cuerpo que no lo era. (2)
La posición del docetismo invalidaba las pretensiones
irracionales de Ireneo, era una confrontación de irracionalismos en donde el
que tuviera la mayor autoridad y respaldo era el que prevalecía, al parecer
Ireneo prevaleció sobre estos gnósticos, especialmente en contra de Marción que
insistía en modificar las “escrituras sagradas” y hasta había desarrollado una
nueva forma de entender al cristianismo y de interpretación de las escrituras,
y en especial ese rechazo total al Dios del Antiguo Testamento por ser un Dios
sangriento y vengativo y así mismo un rechazo total al Antiguo Testamento.
Estas eran posiciones que se interponían en la
consolidación de la Nueva Religión, el hecho de que Marcion haya creado su
propio evangelio significaba para la Nueva Iglesia un problema de identidad ya
que la misma Iglesia también estaba creando sus propios evangelios, solo que,
siguiendo el lineamiento de la tradición y la Fe como base de la doctrina,
entre tanto Marcion continuaba con esa tendencia de modificar los textos
bíblicos y la misma historia, y más grave aún, impugnando los dogmas cristianos
de la Iglesia Católica utilizando los mismos textos bíblicos y con una
predicación en la que rechazaba “el uso del temor a Dios para imponer la
obediencia” , algo que aun en estos días sucede. Ireneo arremete contra Marcion
precisamente por esta soberbia de alzarse contra Dios y de presumir de la gloria
como si fuese propio (3) pero especialmente por esa posición de Marcion de un
Dios malo y un Dios bueno.
Los argumentos de Ireneo en contra de Marcion eran ingenuos
al pretender utilizar la eucaristía como prueba de la incorruptibilidad de la
carne, aduciendo que el cáliz y el pan se convierte en sangre y cuerpo, “si el
cáliz mezclado, y el pan fabricado reciben la palabra de Dios para convertirse
en eucaristía: de la sangre y el cuerpo de Cristo y por medio de estos crece y
se desarrolla la carne en nuestro ser” (4). Esto se lo decía a quién predicaba
la debilidad de la carne ya que Marcion creía que “la carne no era capaz de
recibir el don de Dios” y por lo tanto la carne es corrupta y no se resucita
con el mismo cuerpo. La disputa contra los marcionistas se centró en la incorruptibilidad
de la carne, “si estamos vivos es porque Dios nos ha dado la vida, y si Dios es
tan poderoso para dar la vida porque no ha de serlo para que la carne sea
incorrupta”. (5) “Si miran debilidad en la carne es porque no contemplan el
poder de aquel que la resucito de entre los muertos”, la carne es incorrupta
porque Dios quiere que lo sea. El argumento en contra de Marcion se basa en la
creencia del poder de Dios para dar la vida y dar la capacidad a los cuerpos de
vivir tal como lo estamos haciendo, Dios en su poder, según Ireneo, decide que
la carne sea incorrupta, de la misma manera que decide dar la vida y la
salvación de los hombres. “Dios no hace las cosas para quedar sujeto a ellas,
sino que las cosas hechas por Dios quedan sujetas a él” (6) por lo tanto la
carne como creada por Dios está sujeta a Dios y por consiguiente será
incorruptible.
La resurrección de la carne en San Ireneo es posible solo a
través de ese principio de reproducción de los organismos vegetales, el grano
de trigo y su descomposición antes de volver a germinar, Ireneo explica así la
resurrección o la restauración de la carne y porfía con estos argumentos para
resucitar la carne “lo que tu siembras no recibe la vida si antes no muere” (7)
Muy conveniente comparar una semilla vegetal con la vida humana para obtener un
argumento propicio para demostrar que un organismo renace de la pudrición, pero
lo que no es propicio es que se trata de organismos incompatibles, la
naturaleza de una planta es muy diferente a la naturaleza animal, y en ningún
momento se puede llegar a pretender que haya algo de sensato en toda esta
defensa.
La carne resucita según Ireneo precisamente porque es
restaurada por Dios, porque fue creada por Dios y por lo tanto no puede dejar
de ser parte de lo creado, y para demostrarlo acude a razonamientos y
argumentos provenientes de los organismos no humanos o animales, el ser humano
pierde partes originales durante su existencia y nunca más las vuelve a
recuperar, como el cabello o los dientes, o la pérdida de una de sus
extremidades.
Ireneo insiste y argumenta en que el hombre entra al reino
de Dios completo, no solo en espíritu sino con su cuerpo y su sangre, y para
convencer a sus refutadores recurre a la eucaristía y mediante un “canibalismo”
eucarístico convierte el cáliz en sangre y el pan en cuerpo para la salvación
de la carne, porque si la carne no puede ser salvada entonces el verbo de Dios
no se hubiera hecho carne, el verbo se hace carne y por ende se adquiere la
incorrupción. Según Ireneo el Hombre en Adán era un ser animado sin espíritu, y
el hombre en Cristo es perfecto, y con espíritu destinado a la salvación de su
espíritu y de su carne y de su sangre.
A la afirmación de los marcionistas de que la carne y la
sangre no podían heredar el reino de Dios, Ireneo les argumenta que esa
privación es solamente para los hombres que se entregaron a las obras de la
carne, a los actos carnales y que trastornaron sus vidas entre la concupiscencia,
el adulterio, la fornicación, la impureza y la lujuria, las orgias, etc. (8).
Por lo tanto, son hombres carnales y como tales no pueden ingresar al reino de
Dios, pero para no descartar la resurrección como un hecho verdadero argumenta
que la resurrección de la vida es para los que obran bien y par los que obran
mal resucitan para el juicio.
El pasaje bíblico de Lázaro, el hijo de la viuda y la hija
del sumo sacerdote son los ejemplos que Ireneo cita para demostrar que la misma
carne que muere es la que resucita. Así, la doctrina de la resurrección en
Ireneo; apoyada en las cartas paulinas y otros textos bíblicos del Antiguo
Testamento, se basa fundamentalmente en estos ingenuos ejemplos de resurrección
de los muertos, según Ireneo la carne que resucita es la que ha recibido la
curación del hacedor o el verbo divino, el mismo cuerpo resucita recibiendo del
Señor la vida y la curación en sus mismos cuerpos y miembros, solo que para que
esta resurrección sea, se tiene que renunciar a la concupiscencia de la carne,(9)
para llegar a ser algo así como el hombre perfecto, el mismo hombre perfecto de
los gnósticos. Por último, argumenta Ireneo que, si la carne y la sangre nos
proporcionan la vida, ¿porque no han de proporcionarnos también la carne y la sangre
el reino de Dios? (10)
Carne y espíritu son el complemento humano, es igual que
decir cuerpo y alma, materia y espíritu. Carne y espíritu es ese dualismo que
sirve de dimensión para ubicar la existencia humana dentro de la esfera de lo
sagrado y lo profano, la carne como tal estará siempre expuesta a estar en el
terreno de lo profano o incontinente y espíritu por su naturaleza será siempre
ese hilo dorado que “comunica” con Dios. Se vive de acuerdo a la carne o de
acuerdo a lo espiritual, los que deciden vivir de acuerdo a la carne; estarán
viviendo sujetos a los deseos “carnales”, tal es el decir de Ireneo, y los que
decidan vivir da acuerdo a lo espiritual, estarán siempre en el terreno de lo
sagrado y esos conquistaran el reino de Dios, según también Ireneo en esta
lectura contras los gnósticos. No puede haber posiciones extremas, pues no se
puede alcanzar una vida integra viviendo solo de un “lado” al menos que decida
vivir como un asceta, para alcanzar vivir un vida plena e integra hay que
aprender a vivir de acuerdo a nuestra naturaleza humana, y nuestra naturaleza
humana es una dualidad entre naturaleza animal y naturaleza espiritual y ningún
humano puede ni debe prescindir de ambas condiciones, debe aprender a conciliar
ambas naturalezas, claro está; la naturaleza animal o carnal es la más exigente
y la más sujeta a lo profano, pero para eso está la naturaleza espiritual, para
que por medio de la razón sea la que decida hasta cuanto deba ceder, y hacerse
responsable de las exigencias de la “carne”, porque la “lucha” entre la carne y
el espíritu es algo de lo cotidiano y no se puede “andar” en el espíritu sin
que las necesidades de la “carne” sean desatendidas, la cuestión es hasta
cuanto estoy dispuesto a complacer todas las exigencias carnales, porque dentro
de estas exigencias no solo lo sexual es una de ellas, son muchas las
exigencias, y más aún en una sociedad donde la figura humana es parte de esa dura competencia de vida.
Los sistemas filosóficos de todos los tiempos siempre han
tratado de conciliar materia y alma para que la humanidad llegue a alcanzar
vivir un vida plena y útil, la religión por su parte y en su particular
interpretación utiliza los conceptos de carne y espíritu para alcanzar la
“salvación” y sin buscar una posible conciliación entre ambas partes. La teología por su parte siempre ha utilizado
carne y espíritu para trasmitir las enseñanzas de Jesús y la doctrina de la
Iglesia, solo que, de una manera menos extrema, o bien sea, ha tratado de
establecer esa conciliación, la reflexión teológica deja prever que es
necesaria la participación conjunta de ambas naturalezas, obrar conforme a la
carne y obrar conforme al espíritu. Dentro de la reflexión teológica aún
perdura la diferencia entre un cristiano carnal y un cristiano espiritual, el
cristiano espiritual es el que decide vivir negando los deseos de la carne día
a día para agradar a Dios, esto es; vivir cumpliendo como hijo de Dios, entre
tanto el cristiano carnal decide vivir conforma a la carne, obedeciendo y
saciando los deseos de la carne. No se necesita ser un fiel cristiano para
darse cuenta el peligro que provoca saciar los deseos de la carne y vivir una
vida desenfrenada, especialmente en el campo de la gula y la concupiscencia,
por una vida concupiscente están abarrotadas las cárceles y las camas en los
hospitales, por la gula vemos sociedades enteras padecer sus consecuencias y
vemos a muchos hombres y mujeres tener una existencia dolorosa y breve.
Se puede vivir siempre en el espíritu sin renunciar a las
peticiones carnales, solo que estas peticiones deben ser las básicas, solo que
estas peticiones básicas nunca serán las mismas, pues en una sociedad cambiante
siempre surgirán nuevas necesidades y hasta obligaciones que tiene que ver con
las cosas de la carne. Todos en algún momento nos hemos tenido que enfrentar a
situaciones difíciles por no tener un control de las tentaciones de la “carne”,
a algunos les cuesta más que a otros liberarse o salirse de estas situaciones, cuando
una persona está muy imbuido o atrapado por estos deseos esta también muy
desligado de lo espiritual y por lo tanto le será muy difícil salirse o
acercarse a lo espiritual. Ahí es donde la religión juega un papel muy
importante para muchos de estos “perdidos” pues es ahí, en la religión donde logran
alinearse de nuevo en esa dimensión de lo espiritual, porque para poder
alcanzar vivir en el espíritu en un cuerpo de carne es necesaria la “luz”, es
necesaria la “luz” de la cultivación espiritual. Y aunque la cultivación
espiritual no solamente se puede alcanzar en una iglesia o en una religión sea
cual sea es algo que requiere de una gran disciplina que no todos están
dispuestos a someterse.
Efectivamente se puede dialogar enriquecida-mente sobre las
necesidades carnales y espirituales, porque reconocer las diferencias se
convierte en una enseñanza de vida, y no solo se puede como ya se hizo, crearse
una religión y una teología o diferentes filosofías para convertir esta
enseñanza en una doctrina de salvación, tal es el caso de la teología y la religión
cristiana, sino, que la condición humana como complemento de estas dos
naturalezas está sujeta a lo que el ser humano alcance tener una vida de
superación, y esta superación es precisamente el dominio de sí mismo, y el
dominio de sí mismo es “vencer los deseos de la carne” lo cual no significa la
total renuncia de los mismos, sino que lo espiritual sea mayor que lo carnal,
esto es; que la naturaleza de lo espirtual o la autonomía espirtual prevalezca
sobre la naturaleza animal o carnal. No se equivocan los que predican esta
contante lucha entre lo carnal y lo espiritual, porque los deseos de la carne
son instintos; instintos animales, son los mismos instintos que tiene los demás
animales para la sobrevivencia, solo que los otros animales no tienen esa otra
naturaleza que sí tenemos los seres humanos, la naturaleza espiritual, y los
seres humanos en posesión de esta otra naturaleza superior o “divina” tenemos
la responsabilidad y el derecho de superar y dominar nuestra naturaleza
inferior o animal y vivir a solicitud de lo espiritual, cuando se habla de
condición humana y condición divina no se está hablando de algo sobrenatural,
se está hablando de esa naturaleza superior que tienen los humanos, la
naturaleza de lo espiritual…
KARL RAHNER: “CREO EN LA RESURRECCION DE LA CARNE”: La
posición de Rahner respecto a la de Ireneo de Lyon son muy semejantes, solo que
Rahner no quiere pecar de ingenuo como Ireneo y dice lo mismo que Ireneo, pero
con ideas más académicas, pero al final terminan diciendo prácticamente lo
mismo. Inicia acudiendo a la des-mito-logización para dar a entender lo que en
realidad los cristianos creen cuando confiesan la resurrección de la carne. La
confesión de la resurrección de la carne es más una “pintura” o “imagen” antes
que ser una aceptación dogmática de la resurrección, y como tal es una
representación parcial de el mismo dogma, y solo puede ser entendible dentro de
esa polaridad del conocimiento humano: el conceptual y lo gráfico. (11) Los
textos bíblicos hacen “pinturas” de la resurrección de la carne y no especifica
en concreto un lugar de donde se dan los hechos, en ocasiones es la misma
tierra la que parece como la sede de la bienaventuranza y en otras ocasiones se
dan en una morada que está más allá de la tierra (12), no hay lugar para una
resurrección general.
Karl en ese intento de no encajar dentro de la doctrina
dogmática de Ireneo se refiere a que la resurrección de la carne es parte de
esa escenificación escatológica, popular y poética de las escrituras. (13) Y
sostiene que la resurrección está llena de elementos imaginativos, pero con un
significado limitante. Ese significado de la resurrección de la carne Karl lo
resuelve en una disposición total del hombre hacia Dios, una disposición de
plena realización espiritual del hombre, un hombre plenamente realizado, y
cuando el hombre alcance esa realización es cuando esa antigua creencia o
“representación” que antes era, se convierte en un nuevo pensamiento, en un pensar como
hombre realizado y por lo tanto resucitado en cuerpo y alma. (14)
JONATHAN PIMENTEL:
UNA REELECTURA MITICA DE LA TEOLOGIA DE LA ENCARNACION: EL
DIOS ENCARNADO: En Pimentel, la carnalidad es más concreta, aunque se
experimenta y se realiza dentro de esa condición histórica del ser humano, y
como tal, se siente, se vive y se concreta dentro de la realidad humana,
especialmente dentro de la experiencia de vida, subjetividad/intersubjetividad,
que hace que carnalidad sea esa forma de ser uno mismo y como ser con los
demás. Para Pimentel, “el mito del Dios encarnado remite, de la forma más
radical a la vida concreta del ser humano como núcleo de la historia” (15). El
Dios carnal en Pimentel es un Dios profano para la ortodoxia de la religión,
pues constituye una actitud voluntariosa del ser humano ante la vida y no una
simple posición de Fe, constituye un “pensar y transformar lo temporal desde
las necesidades negadas” (16). La carnalidad en esta lectura no es “comerse a
Dios” o a Jesús dentro de un acto litúrgico, “es pensar desde la condición
concreta y carnal humana” (17). Incluso, pretende que la teología sea una
práctica carnal considerando que desde la carne el ser humano se realiza para
el bien o para el mal. Según Pimentel, la carnalidad cristiana de occidente es
una carnalidad degradada, pues es una carnalidad punitiva que se acusa de
pecadora y culpable, pues se es culpable porque se participa de la carne y todo
lo que viene de la carne es impuro.
Al final, Pimentel; parece que nos quiere decir algo más, y
aborda el tema de “comer carne”, y se refiere a esas comunidades primitivas
cristianas, las mismas que siempre fueron acosadas y acusadas de sacrificar y
comer niños en las tabernas subterráneas y a primeras horas de día. Existe el
pasaje bíblico de que para ingresar al reino de Dios hay que ser como niños,
pues Dios está en los niños por su condición de pureza, y la conclusión seria
si se come a un niño se está comiendo a Dios… Y si, de seguir relacionado la eucaristía en
donde “se come a Dios” con estas leyendas de las comunidades primitivas y otras
tantas que se refieren a los rituales sangrientos entre los cristianos sin duda
se llegara a especulaciones muy atrevidas y hasta insultantes…
NOTAS BIBLIOGRAFICAS:
(1): Adver. Aers., Ireneo de Lyon, libro V, pág. 500
(2): ibid.
(3): ibid. pág. 502
(4): ibid. pág. 503
(5): ibid.
(6): ibid. pág. 507
(7): ibid. pág. 509
(8): ibid. pág. 518
(9): ibid. pág. 520
(10): ibid. pág. 527
(11): ESCRITOS DE TEOLOGIA, KARL RAHNER, TOMO II
RESURECCION DE LA CARNE, pág. 214
(12): ibid. pág. 216
(13): ibid. pág. 217
(14): ibid. pág. 221
(15): CARNALIDAD: UNA RELECTURA DEL DEL MITO CRISTIANO DEL
DIOS CARNAL, pág. 199
(16): ibib.
(17): ibid. pág. 227